Se conocieron una tarde de discotecas y alcohol. Nadie sabe cómo surgió ni siquiera ellos mismos, pero cuando se cruzaron sintieron que tenían que pasar, por el momento una tarde juntos. Pasó la tarde e intercambiaron sus números de teléfono y sus perfiles sociales.
Pero había un gran problema, la distancia. Vivían muy lejos el uno del otro. Pero aún así se llamaban todas las noches hasta las tantas de la madrugada para cuando se fueran a dormir, tener presente su voz. Cada vez que se veían, se daban un objeto que simbolizaba la presencia de la otra persona. Ashley le mandaba cartas, mensajes casi todos los días y George le enviaba algún regalo. Cuando quedaban siempre lo hacían en el mismo lugar donde se conocieron.
Cuatro meses mas tarde, George se llevó a su princesa a su casa y allí surgió el amor junto a unas velas aromatizadas y unas rosas alrededor de la cama.
Pero lo que no pudo faltar fue su canción. Esa que le recordaba el dia que se conocieron. En el que ellos describían como el mejor día de sus vidas.
Pasaba el tiempo. Ella creía que todo era perfecto que la distancia no era un inconveniente, pero él no pensaba así. Poco a poco disminuyeron el núimero de llamadas telefónicas, los mensajes e incluso ya no se daban regalos. Ashley empezó a dudar de si él le era fiel, por lo que un dia, tras un arrebato de impotencia, se lió con otro chico. Pero los remordimientos la atormentaban, entonces decidió contárselo. Al principio se lo tomó muy mal y no la perdonó, pero con el paso de los días terminó "olvidándolo" y volvieron a estar juntos. Pero nada era igual. Sólo se veían una o dos veces al mes.
George no pudo aguantarlo porque dudaba de ella por lo que terminó dejando esa bonita historia de amor. Ashley no superó su ruptura y todos los días esperaba un mensaje, una carta o un simple toque al móvil, pero eso nunca pasó.
Han pasado los años, y Ashley no se pudo perdonar de aquel fallo que cometío. Y todavía espera a que le vuelva a llamar, su príncipe George.
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